Capacitarnos en Reiki no es solo una manera de ayudar a otros o de desempeñarnos en el campo de la salud alternativa, sino que transforma positivamente nuestra vida cotidiana.
Nos permite reactivar la confianza en nosotros mismos y en la capacidad de nuestro cuerpo para auto-regularse. Nos reconecta con nuestro interior y, a la vez, nos mantiene unidos a una energía superior de gran sabiduría.
En Reiki no utilizamos nuestra propia energía, sino que canalizamos la fuerza vital del Universo, la misma que mantiene en movimiento y con vida a los árboles, las flores, la Tierra.
Aprender y trabajar nuestro cuerpo con esta técnica, además, nos ayuda a recordar el gran poder de nuestras manos. Allí residen las extensiones del chakra cardiaco y por eso la energía baja desde el corazón hacia nuestras palmas y dedos que proyectarán el envío a través de nuestra intención.
Nos permite reducir estados de estrés cotidiano, armonizar y sostener en momentos de angustia, mejorar nuestra disposición energética para llevar las situaciones del día con tolerancia, empatía y amor.
Cuando finalizamos una sesión de Reiki es normal sentirse mucho más pleno, con alegría y mejor disposición personal. Nos provoca abrir el corazón y comenzar a expandir nuestra conciencia acerca de cómo podemos mejorar nuestra vida, si cambiamos nuestra manera de estar en ella.
Ayuda a respaldar los tratamientos de enfermedades crónicas, abordando directamente sus causas emocionales. Por eso, resulta de gran eficacia, porque se remite al origen del desequilibrio que estemos experimentando.
Y, sobre todo, Reiki transforma nuestra vida diaria porque nos recuerda la importancia de trabajar nuestra intención para sanarnos y crear calidad de vida. Aumenta nuestra esperanza y nuestro compromiso con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea.
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